CUENTO -- ISHPICO Y LOS AUCAS

ISHPICO Y LOS AUCAS

Eran las seis de la mañana cuando el sol radiante empezaba a salir, anunciando que sería un hermoso día. Los pobladores de Maranatha, un hermoso y encantador pueblo ubicado en la selva peruana, donde las personas vivían en armonía sin rencor o problema alguno, se disponían a celebrar su fiesta patronal, evento en el que el pueblo entero celebraba con tanta algarabía disfrutando de sus bebidas regionales como el masato, la chicha, el bentisho, entre otras; y como era de costumbre en festividades como éstas, faltando tres semanas para la fecha de la celebración, los hombres se internaban en la espesura de la selva con la finalidad de cazar a los animales para comer durante la celebración de la fiesta, mientras que las mujeres se quedaban en el pueblo preparando las bebidas con ayuda de los niños. Es así que los hombres cogieron sus lanzas, sus arcos y sus cerbatanas y se internaron en la espesa selva; al finalizar la tercera semana, los hombres empezaron a regresar al pueblo trayendo consigo mucha carne para la festividad, sin embargo, antes de que llegaran, el pueblo de mujeres fue invadido por un grupo de hombres guerreros de otra cultura, un grupo de hombres que carecía de compasión, grupo errante que se dedicaba a atacar a las demás aldeas con la finalidad de comerse a las personas. A este grupo se le conoce como los Aucas, y fueron estos que llegaron al pueblo y empezó la matanza y la cacería por parte de ellos. Fue así que mataron a todos los niños, niñas y las mujeres que se habían quedado haciendo los preparativos; posteriormente los embarcaron en sus canoas y continuaron su viaje río abajo del Paranapura. Mientras los Aucas bajaban, los moradores de Maranatha surcaban el mismo río, es así que a media hora de llegar se encontraron las dos tribus y empezó la batalla. Como los Aucas eran una cultura o grupo guerrero y mayor en número de personas, empezaron a vencerlos, y uno de ellos, viendo la masacre y la derrota, no tuvo más opción que tirarse al río, bucear hasta una palizada que quedaba cerca y hacerse el muerto. Después de la matanza, los Aucas recogieron algunos cuerpos de sus víctimas y continuaron su viaje.

Ishpico fue el hombre que salvó de la matanza, y una vez que sus enemigos se alejaron, salió del río y continuó caminando de regreso a su pueblo. Grande fue su sorpresa que al llegar a su comunidad se encontró con el desastre que hicieron los aucas con las mujeres y niños. En ese momento, Ishpico no supo qué hacer, se puso a llorar desconsoladamente por haber perdido a su familia y amigos, ya que no tenía a nadie más con vida, y así llorando empezó su camino sin rumbo alguno. Al caer la tarde, como estaba tan cansado de tanto caminar, se recostó sobre las aletas de una ochabaja que encontró en su camino; durmió pensando en el terrorífico caos que le tocó vivir en ese día. Durante la noche, tuvo un sueño en donde se apareció un hombre, quien se identificó como la madre de la naturaleza, quien le dijo: hijo, sé lo que te pasó hoy, te conocí desde que eras niño, vi lo feliz que vivías y creo que no es dable por mi parte verte sufrir y llorar ahora, te voy a ayudar; ¿ves el árbol que está allá? Es un árbol de huimba (albo de gran tamaño que produce algodón fino), cuando amanezca quiero que te dirijas allá, al pie de ese árbol encontrarás un hechizo en forma de colorete (lápiz labial), solo te tienes que pintar la cara y mirar hacia tus enemigos y verás los resultados, caerán como hojas secas de un árbol. Cuando terminó de decir estas palabras, Ishpico se despertó muy asustado por lo que había soñado, desde ese momento no pudo dormir esperando que amaneciera y poder comprobar si lo que había soñado era verdad. Al llegar el alba, Ishpico pudo apreciar a lo lejos el árbol que el hombre le había mostrado en sus sueños; se levantó y se dirigió hacia el árbol y efectivamente, al llegar al árbol entre la hojarasca encontró un colorete tal como le había indicado el hombre en su sueño. Hasta ese momento dudaba de la eficacia que podría tener frente a sus enemigos, entonces se pintó la cara e hizo la prueba con unos loritos quienes a la salida del radiante sol cantaban muy contentos en las ramas de un árbol cercano. Cuando el hombre con la cara pintada las miró, en ese momento los indefensos loritos empezaron a caer como si les hubieran pegado un tiro; al ver esto, el hombre pudo constatar la eficacia que tenía el hechizo. Así que decidió ir en busca de sus enemigos quienes acabaron con sus familiares y amigos. Caminó dos días enteros, hasta que una mañana a las seis y media aproximadamente, en una inmensa playa a orillas del río encontró a todos los de la tribu de las aucas, quienes estaban comiendo a las personas que días antes habían matado. Es así que antes de salir a enfrentar a su enemigo se puso a observar todos los movimientos de sus adversarios; el jefe de la tribu estaba comiendo una cabeza de una persona muerta y ahumada cuando de repente, la cabeza giró y le mordió en la cara al auca. En ese momento gritó: ¡atención, atención, este es una seña, el enemigo se acerca, el enemigo se acerca! (jejejeje, de hecho en su idioma que no me la sé). En ese momento, todos los integrantes de la tribu cogieron sus lanzas, arcos y otras armas con las que guerreaban; al ver esto, Ishpico se pintó la cara y con un rugido como de león saltó a la playa y se fue acercándose hacia donde estaban acampando los aucas, y como era de esperar, cuando los guerreros vieron al hombre, sucedió tal y como el hombre de los sueños le dijo, empezaron a caer muertas sobre la arena. Ishpico, posterior a la matanza y venganza que hizo en honor a sus familiares y amigos, cogió una de las canoas más pequeñas de sus enemigos y se marchó río abajo. Desde ese acto nunca más se supo de Ishpico, seguramente hasta ahora seguirá navegando.


Comentarios