¿COMÓ LLEGASTE A SER POLICIA? - HISTORIA




Estuve en mi trabajo y una señora se me acercó y me preguntó: ¿Señor, por qué decidiste ser policía? Supongo que te gustó mucho. Entonces le dije: Voy a contarte cómo llegué a serlo.


Desde que estuve en el colegio, o mejor dicho, desde que ingresé al cole, mis deseos eran ser un oficial militar o un actor de películas. Eso llevé en mente desde siempre, hasta el día que tuve que retirarme del colegio. Posterior a la celebración de clausura de fin de año escolar y fiesta promocional, regresé a mi casa a pasar las vacaciones en compañía de mis padres, mientras me decidía lo que iba a estudiar ese año. Fueron pasando los meses y no encontraba la carrera ideal que quería estudiar, porque las carreras que tenía en mente desde el inicio eran muy costosas y la posibilidad económica de mis padres no podía solventar esos gastos. Así que me quedé todo el año en la casa de mis padres. A fin de año, me propusieron ocupar una licencia de docencia en el colegio donde trabajaba mi papá; ya que no había más personal con educación superior, tuvieron que proponer a los que tenían secundaria completa. Es así que trabajé por un lapso de tres meses ocupando esa licencia, ya que la docente contratada había pedido licencia sin goce de haber por motivos de parto. Casualmente, mis dos hermanos menores estaban en el tercer grado del nivel secundario y fueron mis alumnos durante ese tiempo. A inicios del segundo año sin empleo y estudio ya tenía dieciocho años. Una amiga de mi padre le propuso que postule a la Escuela Técnica del Ejército, ya que ella podía ayudarme o darme todas las pautas para postular. En ese momento pensé y dije: “mis sueños se harán realidad”. Al inicio, me parecía bastante fácil lograrlo; no podía apreciar la magnitud de los obstáculos. Es así que alisté maletas para viajar a Lima, mi madre estaba tan emocionada tanto como mi padre y yo, entonces tuvieron que juntar el dinero para poder viajar y postular. Uno de los acuerdos y facilidades que la amiga de mi padre le propuso era que no iba a pagar el hospedaje o alojamiento porque podía acogerme en el cuartel en el que estaba trabajando en la ciudad de Lima. Y así fue, mis padres consiguieron el dinero y preparé todos mis documentos personales y requisitos que son importantes para el proceso de admisión. Con todos los documentos en mano y el dinero, viajé a la capital (Lima). Llegando a Lima a las siete de la noche, durante el viaje estuve en contacto telefónico con Ingrid Díaz, amiga de mi papá, quien era una teniente del Ejército Peruano y trabajaba en el cuartel Bolívar en el distrito de Pueblo Libre. Cuando llegué propiamente dicho al cuartel, encontré en la puerta a un soldado, quien me preguntó qué es lo que quería. Estoy buscando a la Teniente Díaz, respondí. Seguidamente salió un suboficial y dijo: ¿Qué dice? Quiere buscar a la Teniente Díaz, dice. Respondió el soldado. Entonces el suboficial me dijo que la teniente no se encontraba en el cuartel, había salido. Entonces decidí llamarla a su celular y cuando estaba a punto de timbrarlo, un auto negro aparcó muy cerca de donde estaba y vi bajar a una mujer alta, de cabellos rubios y de piel blanca. Supuse que era ella, la amiga de mi papá, ya que era la primera vez que la iba a conocer. Me miró y me dijo: Franklin, ¿PUA? Sí, señorita, soy yo, respondí. Hola, ¿cómo estás? ¿A qué hora llegaste? Mientras íbamos conversando, ingresamos al cuartel y me llevó a unos ambientes conocidos como "cuadra". Al llegar, llamó a un técnico del Ejército y le dijo que yo me iba a quedar ahí, pero que no era un relevo. En ese tiempo, yo no sabía qué era un relevo. Le dijo que me iba a quedar por un tiempo, ya que había llegado para postular a la ETE (Escuela Técnica del Ejército). Entonces el técnico militar dijo: Comprendido, mi teniente, a sus órdenes. Esos términos nunca antes los había escuchado más que por las películas. Posteriormente, me dijo que me ubicara en una de las camas que se encontraban en el ambiente y que al día siguiente iba a designar a un soldado para que me acompañe a la escuela a comprar el prospecto y ponerme a inscribir como postulante. Diciéndome eso, se retiró y me dejó solo en el ambiente llamado cuadra. Siguiendo a ella, también se retiró el técnico. Entonces me puse a ver televisión. Como era un día domingo, los soldados se encontraban de paseo y regresaban a más tardar a las doce de la noche. Primero en llegar fue un sargento reenganchado, llegó con ropa de civil y me dijo: ¡Oiga! ¿Tú eres Franklin, PUA, sobrino de la Teniente DIAZ?, Sí, señor respondí, Yo voy a estar a cargo tuyo, soy el sargento de segunda reenganchado primer periodo SANCHEZ, me designaron para ayudarte en a conocer Lima. —Gracias, Señor le respondí. Nos pusimos a conversar y conocernos un poco más de donde éramos entre otros. --- en eso de las once de la noche llegó una segunda persona, también vestido de civil, yo en ese momento estaba sentado en el mueble mirando la Tv, mientras el sargento ya estaba acostado en su cama, pero despierto. --- Cuando el hombre ingresó me miró y dijo: Nombre. Como yo no sabía qué quería decir eso, no dije nada y solo respondí: Buenas noches señor--- entonces me dijo: ¿Eres relevo?, No, respondí. --- seguidamente escuché decir al sargento Sánchez: veinte planchas perro, ¿Por qué no pides permiso para ingresar a mi cuadra?, en seguida el señor recién llegado dijo la palabra “comprendido mi sargento” y se puso a hacer planchas. Luego dijo: orden cumplido mi sargento, permiso para ingresar a la cuadra --- pasa perro, respondió el Srgto. Sánchez; mientras el joven ingresaba, el Srgto. Sánchez; refiriéndose a mí dijo: Él no es un relevo, es civil, sobrino de la teniente Díaz, se va a quedar por un tiempo aquí, viene de provincia a postular a la ETE, y yo estoy a cargo de Él.--- horas más tarde empezaron a llegar los demás soldados, cerca de la media noche me acosté en una de las camas que se encontraba desocupada, a pocos minutos llegó un militar más, me vio y dijo: tú qué haces acá, los del relevo están al frente en la otra cuadra con su monitor, cuando termine tu etapa básica podrás formar parte de esta compañía.--- No soy relevo, respondí. Sin decirme nada más me dejó, mientras seguían llegando más y más militares vestidos de civil y todos los que llegaban me miraban como un bicho raro, esa noche no pude dormir bien, estaba un poco preocupado y nervioso, porque escuchaba que algunos hablaban por celular, otros se gritaban de perro, otros lustraban sus zapatos, alistaban sus uniformes para el otro día.

Al día siguiente, a las cuatro de la mañana, escuché tocar la corneta. En ese momento, todo el mundo se levantó y empezó a salir del ambiente, y de hecho, yo me quedé solo en el dormitorio, o cuadra como le llamaban. Unos minutos más tarde, escuché una voz decir: ¡Atención!, a la derecha, derecha. Todas las palabras eran con energía, entonces me asomé por la ventana y pude apreciar a través de ella a varios soldados formando. Luego, no sé qué dijo un militar superior y empezaron a hacer limpieza. Ese día, todo el día pude contemplar la rutina en el cuartel. En ese mismo día, en horas de la tarde, se me acercó un técnico militar y me preguntó cuál era mi situación en el cuartel y, como estaba asustado, la verdad es que les tenía un poco de miedo, le respondí que me encontraba de manera temporal, ya que la teniente Díaz era mi tía y que iba a postular a la ETE. "Suerte entonces", me dijo y se retiró. Con el sargento designado a apoyarme, me constituí hasta la Escuela Técnica del Ejército para comprar mi prospecto. Una vez que ya lo tenía en mi poder, empecé a rellenar con todos los requisitos que en ella me pedían. Apoyado por el sargento, a quien posteriormente le llamé Ch'carlitos, empecé a tramitar los documentos que me faltaban anexar al prospecto. Una vez que completé, me dirigí nuevamente hasta la escuela a inscribirme para posteriormente empezar a dar los exámenes durante el proceso de admisión.
El examen duró un mes aproximadamente y durante esos días, yo salía del cuartel a las seis de la mañana o a veces a las cuatro para dirigirme hasta la ETE a dar mis exámenes y no imaginar los gastos que generé durante todo ese tiempo. El último examen en rendir fue el de conocimiento. Cuando terminé de dar ese examen, junto a los demás postulantes que logramos pasar los exámenes anteriores, nos llevaron hasta el auditorio donde siempre solíamos ir al final de cada examen para darnos la noticia final de quienes habían logrado ingresar a la escuela. Todos, como siempre, al final de cada examen estábamos nerviosos. Ingresamos al auditorio e ingresó un mayor del ejército para dar lectura de todos los postulantes que más tarde serían llamados “Alumnos de la ETE”. Durante el proceso, al final de cada examen, siempre leía los nombres de los postulantes que no pasaron la prueba, pero ese día fue diferente. Empezó a leer de los que habían ingresado a la escuela y, como ya estábamos acostumbrados a esa modalidad, particularmente pensé que sería así. El mayor empezó a leer los nombres y, mientras llamaba al postulante, este se retiraba del auditorio y formaba en el exterior. En ese momento, yo estaba más nervioso que nunca al saber que era el final del proceso. Cuando el mayor llamó a más o menos unos ciento cincuenta postulantes y no me llamó, yo estaba más nervioso y a la vez alegre porque suponía que a todos los que habían llamado eran los que no aprobaron, pero en el interior quedábamos pocos. Eso me empezó a preocupar, cuando de repente el mayor dijo: "hasta aquí, señores, a todos los que no he llamado se les agradece por el esfuerzo dedicado durante este tiempo, sigan así, felicidades por haber llegado hasta aquí, les espero para el próximo año, porque esta vez no lograron ingresar. Dentro de los siete días se acercan a la prevención a recoger sus prospectos". En ese momento vi a muchos de los que quedamos fuera de la carrera quebrarse. Era un momento que yo tampoco podía aceptarlo. Me puse a pensar en muchas cosas: el dinero que gasté, mi sueño de ser un militar, todo se derrumbó y mis lágrimas empezaron a salir. Durante el tiempo que postulé, acudía a los exámenes uniformado de soldado, vestía el uniforme militar y no solo yo tenía esa cara, sino la mayoría, incluyendo a muchos postulantes militares también. Unos minutos más tarde, ingresó un suboficial del Ejército y nos dijo: "bueno, señores, les invito a retirarse de los ambientes porque tenemos que cerrar". Entonces salimos todos. Al llegar al cuartel, con la moral quebrada, me dirigí al dormitorio, me quité el uniforme y me recosté en mi cama. Eran las cuatro de la tarde, toda la tarde no salí por nada. Al día siguiente, en la tarde, ingresó la Teniente Díaz. Al encontrarme en mi cama me dijo: "Púa, ¿qué estás haciendo acá? ¿Cómo te va en los exámenes?". "Ya me eliminaron, mi teniente", respondí. "¿Cómo que te eliminaron?! ¿¡Por qué no me dijiste en cuanto sucedió eso!?". Vi sacar su celular e hizo una llamada, puso el celular en altavoz. "Hola, Gata, ¿cómo estás?". "Mi coronel, buenas tardes, disculpa que te moleste, pero tenía un envarado que estaba postulando a tu escuela y dice que le eliminaron". "A ver, díctame el número de su carnet de postulante". "1000C25". "Pucha Gata, es verdad, está eliminado. A estas alturas ya no podemos hacer nada, ya publicamos los resultados y no podemos modificar nada, pero si llamabas ayer, sacábamos a uno y le poníamos primer puesto a tu envarado". --Gracias, mi coronel, eso era la molestia.--- Luego desactivó el altavoz y se fue a conversar un poco distante de donde me encontraba, habló como unos diez minutos pero podía escuchar lo que ella decía y casi toda su conversación era pidiendo apoyo para que me considere en la lista de ingresantes, pero no logró nada.--- Después que terminó de conversar con el coronel, se acercó y me dijo: escuchaste lo que el coronel dijo, no entiendo por qué no me avisaste en cuanto te sacaron, ¿acaso tu orgullo te impidió decírmelo?, ¿ahora qué vas a hacer?, mientras tú postulabas te consideramos como recluta en este cuartel, y no puedes salir hasta que termines tu servicio militar voluntario. En esta vida, hijo, el orgullo no sirve de nada, siempre necesitamos de alguien para salir adelante, en esta vida jamás se logra algo solo, porque por más mínimo que sea el apoyo, ya necesitaste de alguien y tú tuviste a quien pedir ayuda y no lo hiciste.--- Sus palabras me llegaron a lo más profundo de mis sentimientos y no respondí nada.--- Es así que me quedé en el cuartel a servir a mi patria con la esperanza de volver a postular el año siguiente. A la semana siguiente llegaron a mi unidad militar, o mejor dicho, a mi cuartel, unos señores pertenecientes a una universidad privada de la ciudad de Lima con la finalidad de dar la oportunidad de estudiar a todos los soldados que habrían culminado la secundaria, podían optar por una carrera universitaria o técnica. Entonces, cuando hicieron formar a todos los soldaditos, entre ellos estaba yo. En ese momento dije: como el año que viene voy a postular nuevamente y estoy seguro que esta vez tendré que ingresar a como dé lugar, opté por una carrera técnica.--- En ese momento vi que la teniente se me acercó y me dijo al oído: ¡Oiga, perro!, ¡qué carajo haces formando aquí!?, cuento tres y estás en la fila de las carreras universitarias.--- Solamente contó dos y yo ya estaba en la otra fila.--- Entonces, los señores de la universidad nos explicaron que el estudio iba a ser gratuito ya que habían firmado convenio con el ejército; empezaron a pedir los certificados de estudios de cada uno de los inscritos y la mayoría no los tenía en ese momento, entonces les dieron la oportunidad de poder presentarlos en el transcurso de los días siguientes. Yo estaba con la frente en alto y sacando pecho porque tenía todos los requisitos que pedían, claro, como no había ingresado a la escuela del Ejército, contaba con todos mis documentos en mano.--- De esa manera comencé a estudiar ingeniería de sistemas en esa universidad. Con el pasar de los meses, un día me enfermé y tuve que acudir a la enfermería, lugar donde por ningún motivo quería ir.--- Entonces, mientras descansaba en la cama de la enfermería, un sábado por la tarde recibí una llamada telefónica de venía de mi papá, el cual, después de saludarnos, me dijo: hijo, sé que estás en la universidad estudiando, lo cual está muy bien, pero hay otra oportunidad que puede cumplir tus sueños, se abrieron las inscripciones en la escuela de la Policía en Tarapoto, y tengo un amigo que es el comisario de la Policía acá en Yurimaguas. Me estaba comentando eso y me dijo que si querías venir a postular, él podía ayudarte, te daría las pautas y, como estás en el ejército, dice que también te sumará puntos.--- En ese momento no estaba tan seguro si aceptar o decir que no. ---Bueno, papá, tendría que pensarlo, porque, como tú sabes, estoy estudiando acá, además, esta vez que postulé y no ingresé, usted y mamá gastaron mucho dinero y la verdad no quiero quedar mal dos veces con ustedes.---No, te preocupes hijo, las cosas son así, muchas veces no suceden como uno desea, pero eso no te desanime; al contrario, que te fortalezca.--- Está bien, papá, iré a postular entonces, respondí.--- Además, hijo, los policías están saliendo de un año, luego puedes estudiar tu carrera, pero ya ganando un sueldo.----Le comenté a la teniente Díaz que iba a viajar a la ciudad de Tarapoto para postular a la Policía. Me ayudó a sacar mi constancia del servicio militar voluntario y de más requisitos que necesitaría durante el proceso nuevamente.---Empaqué maletas nuevamente para viajar a Tarapoto, una ciudad que nunca antes había visto o conocido, pero como mi papá me iba a esperar allí, no tenía ningún problema. Así que alisté todos mis libros de la universidad, ropa militar nueva o de primera, como le llamábamos en el ejército, y me fui a comprar mi pasaje en una agencia de autobús. Cuando llegué a la empresa, la señorita que me atendió me dijo que el bus saldría a las ocho de la noche y en ese momento eran las cuatro de la tarde. Bueno, dije, no hay problema, regreso más tarde entonces.--- Pero si deseas, puedes dejar tu equipaje, señor.--- No se preocupe, señorita, lo llevo conmigo. --- Diciendo esto, salí de la estación y caminé con dirección a una cabina de internet donde pretendía pasar la hora para mi viaje, cuando de repente vi detenerse un auto taxi delante de mí; bajaron de cuatro sujetos, todos ellos con pinta de delincuentes. En ese momento supe que ya había perdido y que iban a asaltarme. Sin decir más palabras, se me acercaron y me arrinconaron contra la pared para luego despojarme de mis pertenencias. Me quitaron todo lo que tenía: mi celular, mi maletín de ropa e incluso el boleto de viaje, lo rompieron y lo tiraron al piso; luego abordaron el vehículo y se dieron a la fuga nuevamente. Asustado por lo que me había pasado, me dirigí a la estación nuevamente llevando el boleto destrozado.--- Señorita, me acaban de asaltar, mi boleta está rota, ¿me puedes cambiar otro boleto?--- Sí, señor, pero tiene que pagar la suma de cinco nuevos soles adicional.--- En ese momento no contaba con dinero, algo más que solo treinta centavos que me dejaron los delincuentes.--- NO tengo dinero, señorita, me quitaron todo. --- Entonces lo único que puedo hacer es pegarle con cinta y así te subes al bus. --- Sabía que no tenía más que esa opción, porque ya me hacía tarde, era un día viernes, el banco atendía el lunes y mi viaje era a las ocho de la noche. Así que esperé hasta la hora de salida de mi autobús. --- Ocho en punto; la gente empezaba a ingresar a la nave para viajar, mientras yo estaba nervioso de la duda si me iban a dejar ingresar con un boleto roto y sin documentos personales de identificación en mano, así que esperé hasta que ingresara el último pasajero para subir. Cuando llegó mi turno, le comenté a la persona que estaba revisando los boletos lo que me había pasado y, gracias a Dios, me comprendió y me dejó ingresar al bus. --- Toda la noche no pude dormir, viajé pensando en lo que me había pasado y qué haría al llegar a Tarapoto, una ciudad desconocida para mí, cómo iba a encontrar a mi papá, esas eran mis preocupaciones. --- Al día siguiente por la mañana subió como compañera de asiento una señorita de unos veintiún años de edad aproximadamente, pero como estaba con tanta preocupación, la ignoré, siendo descortés con ella. --- Hola, me llamo Sandra y tú, ¿cómo te llamas?, dijo extendiéndome la mano. --- Hola, yo me llamo Franklin, mucho gusto, Sandra. --- ¿Vas de paseo a la selva? --- No, la verdad soy de allá y estuve en Lima por unos motivos personales y tú, ¿de dónde eres? --- Soy de Iquitos, amigo, me parece que estás en el ejército. --- Sonreí y le pregunté por qué. --- Tienes un corte de cabello militar. --- Sí, amiga, estoy en el ejército. --- Qué bien, amigo, tengo un hermano que también está en el ejército, pero en Iquitos. --- Qué bueno, amiga. --- Mientras nos íbamos conociendo un poco más, mi pensamiento estaba en otras cosas. A eso de las diez de la mañana, el bus se detuvo en la carretera y la gente salió a comprar. --- Amigo, ¿tú no vas a bajar a comprar algo? --- No, amiga, no acostumbro comer en viaje, respondí. --- Ok, amigo, sí voy a bajar a comprar algo. --- No era porque no comía cuando viajaba, sino, ya te imaginarás por qué; no tenía dinero. --- Hasta antes de las dos de la tarde el bus hizo cinco paradas y siempre ella bajaba a comprar algo. Hasta que llegó la hora del almuerzo y la azafata trajo los alimentos, cuando recibí el almuerzo estaba avergonzado para comer, pero el hambre estaba por encima de todo y me devoré el platillo. --- Sandra me miró y dijo: “¿no que no comías cuando viajabas?”. --- Estoy haciendo una excepción en este viaje, respondí. --- Así fuimos conversando durante el viaje, al llegar las seis de la tarde el bus nuevamente se detuvo y ella volvió a bajar a comprar. Cuando regresó, me trajo algunos anticuchos y me invitó, sucedió la misma situación del almuerzo, entonces ella me preguntó: “Tengo una curiosidad, no sé si me estás mintiendo o es verdad que no comes cuando viajas”. --- Sonreí: “La verdad, amiga, discúlpame por no decirte la verdad al inicio; cuando estuve en Lima, justo antes del viaje me asaltaron, se llevaron todas mis cosas y dinero que tenía, y ahorita no cuento con dinero en la mano, por eso es que no bajo a comprar.” --- Santo cielos, Franklin, ¿y por qué no me dijiste antes lo que te había pasado? ¿por qué tenías que mentirme si sabes que la mentira no conlleva a nada bueno? --- La verdad, amiga, es que tenía vergüenza de contarte. --- Amigo, creo que te di la confianza desde que subí a este bus, pero tú no confiaste en mí. --- ¿Sabes? A inicios, como todo militar, soy muy desconfiado, pero veo que tu confianza va más allá y quiero agradecerte por ello, pero esa es la razón por la que no te conté al inicio lo que me sucedió. En la siguiente parada, Sandra nuevamente bajó a hacer compras, pero esta vez subió con comida también para mí. --- Cómo, amigo, es muy triste lo que te pasó y sé cómo es quedarse sin dinero, y es mejor no recordarlo, las cosas ya pasaron, dejémoslo atrás.--- Gracias Sandra, muchas gracias, estoy seguro de que lo que estás haciendo hoy conmigo algún día también lo harán con usted o algún familiar--- no te preocupes amigo.--- Y así continuamos el viaje, platicamos hasta tarde, horas de la noche; como a las doce de la noche, Sandra se quedó dormida mientras que yo seguía preocupado porque ya se acercaba el lugar de mi destino y al saber que voy a llegar a un lugar desconocido se me hacía más melancólico. A la una de la mañana llegamos a Tarapoto y tenía que separarme de Sandra.--- Gracias amiga, fue un gusto conocerte y la verdad no me cansaré de agradecerte, yo me quedo en esta ciudad.---Igualmente Franklin, para mí también fue un gusto conocerte, espero que todo te vaya bien de aquí en adelante, éxitos en tu vida.---Diciendo esas palabras nos separamos, salí del terminal y empecé a caminar por la primera avenida que encontré, caminaba y caminaba sin saber a dónde ir, en mi mente estaba caminar hasta el amanecer, sabía que llegaría a algún lugar. Caminando unos diez minutos encontré a una señorita a quien le pregunté la hora, al parecer mi pregunta no fue bien recibida por ella, la cual sólo me ignoró y siguió caminando. A unos metros más adelante encontré a una pareja, estas más adultas. --- ¿Señor, buenas noches, me puede decir la hora por favor? --- Dos de la mañana, amigo. --- Una pregunta más, ¿qué tan lejos está la plaza de armas de esta ciudad? --- ¿Quieres llegar caminando a la plaza? Dijo sonriendo. --- Sí señor, la verdad no soy de aquí, no conozco y quiero llegar a la plaza, ahí me va a esperar un familiar. --- Camina diez cuadras hacia adelante, luego diez cuadras más hacia la izquierda, más o menos por allí está la plaza de armas. --- Gracias amigo, respondí, y seguí caminando. Efectivamente, hice lo que el señor me dijo y después de dos horas de camino, llegué al fin a la plaza de armas de Tarapoto; la plaza estaba totalmente desolada, no había nadie, más que un patrullero de la Policía en una de las esquinas de la plaza, entonces me senté en uno de los asientos a esperar a que amaneciera. A media hora más o menos de estar sentado, se me acercó un policía y me preguntó qué estaba haciendo solo allí y me pidió mi identificación.--- Amigo, acabo de llegar de la ciudad de Lima, antes de venir me asaltaron, me quitaron todos mis documentos, en estos momentos no cuento con mi documento personal, la única identificación que tengo es esta placa militar y estoy aquí esperando que amanezca, un familiar me recogerá de aquí, no le llamo porque tampoco dispongo de dinero.--- El policía vio mi placa y se retiró.--- Cuando recordé que tenía treinta céntimos en el bolsillo, en ese momento corrí hacia un teléfono público para llamar a mi papá, inserté las monedas y marqué el número de celular, tan emocionado y alegre estaba cuando empezó a timbrar, cuando escuché la voz de mi padre decir: “aló”, pensé en ese momento que mi salvación había llegado, pero mayor fue mi decepción al darme cuenta de que mi padre no me escuchaba, yo podía oírle, pero él no a mí. Vi cómo los cincuenta segundos que me dieron con los treinta céntimos se iban terminando hasta llegar a cero y cortarse la llamada.--- Al momento de colgar el teléfono, leí un papel escrito que decía “TELÉFONO INOPERATIVO”; no podía creerlo que no me había dado cuenta al momento de marcar, sólo me quedó sonreír como para darme un poco de aliento de tranquilidad y nuevamente regresé al asiento en donde estaba sentado a continuar con mi soledad. Minutos más tarde el alba iba llegando y posterior la claridad del día, los rayos del sol cada vez podía notar más, cuando de repente a las seis de la mañana sin pensarlo pude ver a mi papá llegando a la plaza de armas, mis lágrimas empezaron a caer de alegría, entonces me acerqué a saludarlo.--- Papá, buenos días.--- Hola hijo, ¿qué pasó? Ayer te estuve llamando todo el día y tu celular suena apagado, sólo ayer en la tarde me contestó un niño y luego cortó la llamada.---Me asaltaron papá y me quitaron todo lo que estaba trayendo.--- ¿Tus cosas?.--- Todo papá, estoy como me estás viendo sin nada.--- Pucha, ahora que vamos a hacer, aquí tengo todos tus documentos, tu prospecto para que te vayas a inscribir, sólo falta tu firma, la autorización del jefe de tu unidad militar, copia de DNI.--- No tengo ninguno de ellos papá.--- Además, todo el prospecto lo llenamos para que postules como militar ahora que no tienes nada, regresaremos a Yurimaguas entonces, vamos a preguntar al comandante qué se puede hacer.--- Después de conversar un rato, fuimos a desayunar y luego nos dirigimos a un paradero de autos para irnos a Yurimaguas que está a dos horas de Tarapoto. Cuando llegamos a Yurimaguas le comenté a mi mamá también todo lo que me había pasado y que iba a poder postular, como del Ejército salí con permiso de treinta días, tenía que esperar a que se cumpla el plazo para regresar a Lima e incorporarme a mi unidad militar.--- Pasé algunos días en Yurimaguas mientras mi papá se fue a conversar con su amigo, un comandante de la Policía que trabajaba en esa ciudad y la solución que él le había dado era que podía postular pero esta vez no como militar, sino como civil y para eso tenía que comprar otro prospecto y con relación a mi DNI tenía que pedir a RENIEC que me otorgue una ficha RENIEC mientras dure el trámite del duplicado del mismo, y así lo hice.--- Compré otro prospecto y lo llené como postulante regular y me fui nuevamente a Tarapoto a inscribirme, durante el proceso de admisión me informaron que había vacantes para los postulantes de las comunidades nativas y campesinas a las cuales podía postular si sabía hablar y escribir en un idioma nativo, eso le comenté a mi papá, el cual no dudó en adquirir los requisitos que me pedían para alcanzar ese beneficio, entre ellos estaban las constancias de las autoridades nativas donde dejaban constancia de que yo era un nativo y vivía en una comunidad nativa, las autoridades no tuvieron ningún problema en expedirme ya que soy un nativo, perteneciente a la etnia Shawi de Balsapuerto-Loreto, y mi papá domina al cien por ciento ese dialecto, por mi parte era un poquito complicado porque yo entendía al cien por ciento pero hablaba un setenta por ciento, pero así me arriesgué a postular cogiendo de ese beneficio.--- Es así como me presenté a los exámenes durante el proceso y a cada examen me llevaba mi carnet de postulante y mi hoja de ficha RENIEC en vez de DNI. Cuando llegué al final después de pasar la mayoría de los exámenes y haber sacado del proceso a varios, me sentía bien conmigo mismo, dije esta vez no fallaré a mis padres y no puedo quedar fuera dos veces--- mientras los días iban pasando yo iba saliendo victorioso en todos los exámenes por decirlo así, hasta que ingresé a la Escuela Técnica Superior de la Policía Nacional del Perú.--- Estuve en ella durante dos años y ocho meses para luego egresar como Sub Oficial de Tercera de la Policía Nacional del Perú, es así como llegué a ser Policía, señora, de la cual estoy muy orgulloso de serlo. Agradezco mucho a todos los que hicieron posible que mi sueño se haga realidad. --- DIOS, PATRIA Y LEY, lema de mi honorable Institución.

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