…diecisiete con treinta horas, de diciembre del 1202, se estableció el pelotón Alfa para una operación militar en zona de frontera, Oswaldo es designado como comandante en jefe de patrulla, y así comienza esta historia. (…)
Yo estuve ahí cuando comenzó todo, Becker, un compañero de patrulla, quien era el más extrovertido, siempre ponía de buen humor a todo el grupo, fue así que, estando ya en zona de frontera cumpliendo con la visión de vigilar y resguardar la frontera, un viernes comentó a todos del grupo que al comenzar la noche sería visitada por dos hermosas damas y deseaba que le acompañáramos para compartir con ellas. Una de las que nos visitaría estaba interesada y ansiosa por ver a mi gran amigo Becker, ya que era una amistad de muchos años y que no se veían por mucho tiempo; solo se comunicaban por cartas y esta era su única oportunidad para poder verse.
Al llegar la noche, Becker se aprovisionó con unas cuantas cervezas artesanales de la zona, donde, pese al intenso frío del clima en la localidad, no era un impedimento para que brindáramos. Fue así que el día empezó a marcharse y la noche iba llegando, acompañada de las nobles doncellas Eli y Lili, que alegrarían el momento de estos grandes caballeros; cuatro caballeros y dos doncellas retumbaron el campo de acampamiento. Al pasar las horas, la oscura noche iba llegando a su máximo esplendor, y craso error de Becker al invitar al más talentoso con las mujeres, Juanito Espino, el subcomandante en jefe. Con algunos añitos pero lleno de experiencia y astucia, hizo inclinar la mirada de una de las chicas hacia él, ya te imaginarás a cuál de ellas (….), no diré el nombre, pero por deducción lo puedes sacar.
La noche se iba y el alba llegaba y la diversión iba llegando a su final. Juanito Espino se dirigió a su campamento acompañado de la noble Lili, los demás soldados hicieron lo mismo, es decir, se fueron solos a su campamento. Eli, al igual que yo, quedamos solos. Como todo un caballero, la invité y le di posada en mi campamento y nos quedamos conversando de mi vida y las muchas experiencias vividas durante varias cruzadas con resultados victoriosos y algunas derrotas. Fueron horas muy cortas de plática, pero al mismo tiempo eran momentos inolvidables que pasé junto a esa dama, como no recordar esa mirada angelical de esos ojitos rasgados, muchas cosas hermosas e indescriptibles, y así comenzó mi historia de amor durante siete años, cuando tuve que retornar al cuartel general a muchos kilómetros de la frontera, dejando a mi bella dama con la esperanza de volver por ella en cuanto pueda hacerlo.
El final de esas noches terminó bien para mí y Juanito Espino, mientras que Becker solo tuvo que aceptar el dicho “Nadie sabe para quién trabaja”. Han pasado veinte años y no pude regresar; salí de las filas militares; ahora tengo otra profesión, una esposa y un hijo, pero aún la recuerdo. Era muy joven, muy atractiva y muchas experiencias vividas que hoy solo son recuerdos, yo la recuerdo no sé si ella a mí. Solo queda el recuerdo de los momentos vividos y una foto de esa noche.
Franklin
PUA y Efraín LOPEZ
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